“En junio
del año pasado (2017), Argentina manifestó su voluntad de sumarse a la OCDE. En marzo
pasado, presentó un “Plan de Acción Argentina & OCDE 2016-2017” y, al mes
siguiente, concretó el pedido formal de ingreso a la organización como miembro
pleno o socio estratégico. La solicitud ha dado inicio así a un proceso que,
según se ha visto en otros casos, insumirá al menos un trienio. Durante
el mismo el país debe aprobar las recomendaciones técnicas que realice la
institución y, al mismo tiempo, debe adoptar el acervo normativo que supone la
pertenencia a la organización. La meta final es lograr la aprobación del
ingreso por parte de los 35 países que actualmente son miembros de la OCDE.
Cabe señalar
que la relación entre Argentina y la OCDE no es nueva: el país ha suscripto 30
instrumentos de la organización y la relación con la institución data de tiempo
atrás. En 1997, adhirió a la Convención para Combatir el Cohecho de Servidores
Públicos Extranjeros en Transacciones Comerciales Internacionales de la OCDE y
en 2001 entró en vigor. Además, es signatario de la Declaración sobre Inversión
Internacional y Empresas Multinacionales de la OCDE, miembro del Centro de
Desarrollo de la OCDE y del Foro Global sobre Transparencia e Intercambio de
Información.
Otro ejemplo
destacado es la participación del país en el Programa Internacional de
Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) y que se ha
instalado como una estándar de medición de la calidad educativa y cuyos
resultados son comparables internacionalmente.
El año
pasado el país suscribió el convenio de intercambio internacional de
información tributaria –conocido como CRS-, que fue utilizado como herramienta
en el reciente blanqueo impositivo. Más recientemente, el Grupo de Trabajo
sobre Cohecho de la OCDE presentó un informe para Argentina con algunas
recomendaciones específicas de implementación para mejorar la lucha contra el
cohecho internacional, que incluye una Ley de Responsabilidad Penal de las
Personas Jurídicas.
La
conveniencia
En este
contexto, cabe preguntarse cual es la conveniencia de aspirar a la membresía
plena de una institución de la cual ya se está participando en forma activa y,
además, no ofrece ventajas en términos de financiamiento o fondos para la
cooperación técnica, tal como es el caso de otros organismos multilaterales y
regionales. Además, la propia historia de la OCDE es ajena a la región, cuyos
miembros son principalmente, desde sus orígenes, europeos, además de EE.UU. y
Canadá. México ingresó en 1994 y Chile en 2009.
Son varios
los argumentos que pueden esgrimirse a favor de la iniciativa de accesión de
Argentina. En primer lugar, es claro que el Gobierno ha emprendido un conjunto
de acciones destinadas a reinsertar al país en la escena internacional. La
propuesta del Plan de Acción Argentina-OCDE puede ser vista como un ítem más en
esa estrategia. En segundo término, se suma un factor de interacción de las
agendas de trabajo en los distintos ámbitos. Dado que el G20, del cual
Argentina es parte, ha descargado una parte importante de su labor técnica en
la OCDE, parece razonable asumir que una aproximación más estrecha a dicha
institución favorecerá un mejor seguimiento y mayor participación en la propia
esfera del G20. La visibilidad de esta relación será creciente de cara a 2018
dado que Argentina será sede la cumbre a mediados del año próximo.
En una línea
similar, y como resultado del hecho que la ampliación horizontal de la OCDE, ha
logrado sumar dos miembros plenos de América Latina así como potenciales
candidatos de la región, puede ser visto como un acicate adicional para sumarse
a este foro en forma oportuna. Asimismo, se puede postular una tercera
consideración acerca del curso de las políticas, en el sentido que la membresía
actuaría como una suerte de señal del rumbo que puede ser leída tanto desde el
exterior como desde el ámbito local. En síntesis, el ingreso a la OCDE aparece
como una vía para ocupar un espacio adicional en un ámbito en el cual conviene
mantener una presencia y participación dinámica.
Hay más
Si bien
todos estos elementos forman parte de la operación, no son los únicos. En
primer lugar, debe repararse que el ingreso a la institución no es un episodio
instantáneo sino que configura un proceso que insume un considerable lapso de
tiempo. Durante el mismo, Argentina deberá sortear una serie de escollos y
adecuar varias de sus políticas al molde que predomina en el cuerpo colectivo
al cual desea pertenecer. No debe descartarse que esta labor de adecuación a
las recomendaciones del organismo así como la internalización de sus decisiones
requieran reformas en varias áreas de política. Algunas de las mismas pueden
ser resorte del Ejecutivo, pero probablemente otras requieran aprobación
legislativa. Mientras todo esto ocurre, los resultados y avances del diálogo
entre el país y la OCDE serán motivo de atención, tanto en el plano local como
externo. Precisamente, esta es la contrapartida del argumento de las señales
que se anotaba más arriba. Es prematuro definir ahora la dificultad que
comporta este proceso, hasta tanto se avance en la ejecución del Plan de Acción
y vayan apareciendo los requisitos específicos que es necesario atender.
Al respecto,
la experiencia de Chile en 2009 es una referencia útil. Como parte de los
requisitos a cumplir para el ingreso a la organización, el país trasandino
debió instrumentar cuatro reformas que implicaron la sanción de las respectivas
leyes: responsabilidad de las personas jurídicas en actos de cohecho,
modificación del gobierno corporativo de Codelco (la empresa estatal del
cobre), implementación de normas de gobierno corporativo de sociedades
privadas, reforma de la legislación impositiva para permitir el intercambio de
información financiera con autoridades tributarias de los países miembro –esta
última, en los hechos, significó un anticipo del esquema de CRS que se mencionó
arriba-.
Por último,
y en una mirada a más largo plazo, en la eventualidad que Argentina complete
satisfactoriamente el proceso de accesión, la membresía implica acompañar las
decisiones del colectivo de países. Este es un atributo natural que se deriva
de la pertenencia a una institución multilateral. En otras palabras, en
ocasiones puede aparecer un grado de tensión entre las exigencias del colectivo
y los grados de libertad para el diseño de las políticas domésticas. Esto no es
más que una forma particular de lo que Rodrik (2011) denomina el “trilema”
entre democracia, capacidades del Estado-Nación y gobernanza global, que
confrontan los países en el actual contexto de la economía mundial.
Es cierto
que en el caso de OCDE los consensos se materializan en un espectro amplio de
instrumentos y sólo algunos de ellos implican compromisos legales. De otro
lado, también cabe advertir que si bien es posible negociar y eventualmente
abstenerse de algunas de las recomendaciones del cuerpo, la pertenencia implica
una mirada y posición similar al resto de los socios. Precisamente, el
propósito del proceso de acceso es asegurar que habrán de prevalecer ópticas
convergentes sobre las decisiones que conforman la agenda de la institución.
Complementariamente y para asegurar la vigencia en el tiempo de esta
convergencia, una peculiaridad de OCDE es, como se señaló arriba, la formulación
periódica de los estudios de país.
A modo de
conclusión
La propuesta
del Gobierno al suscribir el Plan de Acción Argentina-OCDE puede ser vista como
una iniciativa destinada a ampliar la participación del país en una institución
que pertenece al complejo e incompleto entramado de la gobernanza
de la globalización. Sin embargo, sería equivocado suponer que este es un episodio que se materializa en una sola instancia. Se trata de sumarse a un ámbito donde el atractivo de la mayor presencia debe balancearse con los compromisos que se asumen y los mismos suponen una trayectoria continua y de largo plazo. Se está en presencia de una política de Estado, que supera el período de gestión de un gobierno y, por tanto, debe ser encuadrada en el contexto adecuado.
de la globalización. Sin embargo, sería equivocado suponer que este es un episodio que se materializa en una sola instancia. Se trata de sumarse a un ámbito donde el atractivo de la mayor presencia debe balancearse con los compromisos que se asumen y los mismos suponen una trayectoria continua y de largo plazo. Se está en presencia de una política de Estado, que supera el período de gestión de un gobierno y, por tanto, debe ser encuadrada en el contexto adecuado.
Es por ello
que un aspecto clave de la decisión que se ha tomado al iniciar las
negociaciones, debe ser acompañado por la construcción de un consenso interno
en torno de la misma y de los compromisos que la acompañan. Sería un error de
apreciación asumir que las reformas que Argentina necesita se llevarán a cabo
por las exigencias o presiones externas que actúan de forma autónoma. Los
factores externos cumplen un rol y ejercen su influencia, pero la clave pasa
por la reacción de los actores internos. Esto ha ocurrido así en el pasado, y
no hay razones para suponer que será diferente en el futuro.
Esta
preocupación por dar transparencia y amplitud de participación ha estado
ausente en la decisión del Ejecutivo del envío del Plan de Acción. Sin embargo,
de aquí en más, parece conveniente que el proceso de accesión sea conocido
públicamente de manera de construir los consensos del caso. Y el ámbito propio
de ese debate es el legislativo, que debe ser informado periódicamente de los
avances que se logran y, por este camino, explicitar los compromisos que se van
adquiriendo. En última instancia, si el acceso se materializa, el acuerdo con
la OCDE deberá ser ratificado por el Congreso.
Muy
probablemente un camino como el aquí sugerido signifique más tiempo y, eventualmente,
confronta el riesgo de un rechazo de la iniciativa antes que se concrete si no
se cuentan con los apoyos del caso. Sin embargo, tiene la ventaja de que la
decisión llegará por la vía de la aprobación de los objetivos que se
persiguen. Además, aún en el hipotético escenario de falta de acuerdo político
respecto de la membresía, Argentina siempre tiene la posibilidad de desarrollar
una activa tarea en los diversos comités de la OCDE que están abiertos a la
participación de los no miembros."
Ricardo Carciofi
El Economista Diario
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