Nota de opinión: "La lógica del libre comercio no justifica el robo de los paraísos fiscales" por Gabriel Zucman
"Desde los
años ochenta, una poderosa industria se ha ido desarrollando alejada de los
focos en las Islas Caimán, Luxemburgo, Hong Kong y otros paraísos fiscales. Bancos, consultorías y despachos de
abogados se instalaron en estos países para servir a millonarios y
multinacionales de todo el mundo. Ofrecen una variedad de
servicios —la mayoría dentro de la legalidad— para reducir la carga tributaria
en otros países, pero al mismo tiempo incrementan la desigualdad y fomentan la
inestabilidad financiera.
Si
analizamos en profundidad diferentes indicadores macroeconómicos y rastreamos
el dinero, podemos entender el coste negativo que las jurisdicciones opacas
provocan en otros países. Los datos que los centros ‘offshore’ publican son
difíciles de comprender y nuestro sistema para medir la riqueza de los hogares
y los beneficios de las multinacionales tiene muchas debilidades. Aun así, está
mejorando y, si analizamos los datos con cuidado, descubrimos patrones sólidos
para disipar la opacidad que durante décadas ha rodeado la actividad en los
paraísos fiscales.
El punto
de partida de mis investigaciones surge de la ingente cantidad de beneficios
que las grandes empresas simulan obtener en un puñado de enclaves y pequeñas
islas muy poco pobladas. Por cada euro destinado a sueldos,
esas multinacionales ingresan de media 50 céntimos en beneficios. Consideremos
ahora el caso de Luxemburgo. Por cada euro pagado en salarios en ese país de la
Unión Europea, las grandes empresas declaran la considerable cantidad de 3,5
euros en beneficios. ¿Quién podía imaginarse que los trabajadores del Gran
Ducado —la mitad de los cuales son franceses, alemanes y belgas que cruzan la
frontera dos veces al día para trabajar en Luxemburgo— eran tan productivos?
Por
supuesto, no son tan productivos. La razón por la que esas grandes empresas
generan tantos beneficios en Luxemburgo es porque maquillan sus resultados. En
teoría, las multinacionales deben repartir sus beneficios entre sus filiales
como si éstas fuesen entidades independientes, comerciando bienes y servicios
entre ellas a precios de mercado. En la práctica, los precios de las
transacciones dentro del mismo grupo son continuamente manipulados por los
bufetes y consultorías ‘offshore’ con el objetivo de generar beneficios en
jurisdicciones de baja fiscalidad. Es más, un número creciente de multinacionales registran sus algoritmos, marcas y logos en
paraísos fiscales para ‘exportar’ los beneficios de países como
Alemania o Estados Unidos, donde realmente se han generado.
En
2015, Google Alphabet declaró 15.500 millones de dólares de beneficio en
Bermudas, país donde el impuesto de sociedades es de un modesto 0%.
Un buen
ejemplo —quizás el más espectacular— es Google Alphabet. En
2003, menos de un año antes de su salida a bolsa en agosto de 2004, Google US
transfirió su tecnología de búsquedas y publicidad a Google Holdings, una
filial registrada en Irlanda pero con domicilio en Bermudas para obtener una
mejor fiscalidad. Desde entonces, todos los beneficios generados por estos
activos han acabado en Bermudas tras un camino libre de impuestos por Países
Bajos. Este es el infame ‘doble sándwich irlandés-neerlandés’. En 2015, Google Alphabet declaró 15.500 millones de dólares de beneficio en
Bermudas, país donde el impuesto de sociedades es de un modesto 0%.
Es como si cada habitante de la isla hubiese generado 260.000 dólares en
beneficios para la compañía de Mountain View. Pero la realidad es que casi
ninguno trabaja para Google.
Un engaño
masivo
Google
está lejos de ser un caso único. Con mis compañeros Thomas Tørsløv y Ludvig
Wier, hemos cruzado los datos publicados por jurisdicciones opacas de todo el
mundo para cuantificar el coste del desvío artificial de beneficios a paraísos
fiscales. Los diminutos países como Bermudas no producen estadísticas
significativas, pero las jurisdicciones secretas de la Unión Europea —que son
opacas de muchas maneras, pero al menos tienen que cumplir con las directrices
estadísticas europeas impuestas por Eurostat—sí lo hacen. Las seis jurisdicciones europeas menos colaboradoras (Luxemburgo,
Irlanda, Países Bajos, Bélgica, Malta y Chipre) desvían
fondos por un total de 350.000 millones de euros cada año (cifra
algo superior al gasto contemplado en los Presupuestos Generales del Estado
para 2017). Este montante se corresponde con el total de beneficios generados
en otros países, la mayoría de la Unión Europea. Tras ser manipulados por
contables bien adiestrados que cobran sueldos astronómicos, los beneficios
acabaron en Luxemburgo o Países Bajos, donde son gravados con tasas impositivas
reducidas, normalmente entre un 0 y un 5%.
En
el mundo, más de 600.000 millones (la mitad del PIB español) son redistribuidos
artificialmente cada año por las multinacionales a paraísos fiscales
¿Quién pierde por culpa de este engaño? Sobre todo, Estados Unidos y los países europeos más grandes, donde viven la mayoría de los trabajadores y de los clientes de las multinacionales. Las jurisdicciones opacas privan a la Unión Europea de una quinta parte del impuesto de sociedades que actualmente recauda: 60.000 millones de euros al año. Solo para España la factura asciende a 4.173 millones de euros, cantidad equivalente al gasto anual del Estado en Sanidad, sin incluir lo desembolsado por las comunidades autónomas.
Cada país
tiene el derecho soberano de elegir su sistema tributario. Pero cuando Países
Bajos ofrece acuerdos de imposición a medida de las multinacionales, cuando las
Islas Vírgenes Británicas permite a los blanqueadores de dinero crear compañías
anónimas por un céntimo, cuando Suiza guarda el secreto de la riqueza de las
élites corruptas, todos ellos están robando los ingresos de otros países.
Mientras el resto perdemos, ellos ganan: honorarios, influencia a nivel
internacional y, por irónico que parezca, una mayor recaudación de impuestos.
Irlanda y
su impuesto de sociedades
Analicemos Irlanda, uno de los villanos de esta historia.
Hace treinta años, cuando su impuesto de sociedades ascendía al 50%, en
términos relativos, Irlanda recaudaba menos ingresos de las empresas que
Estados Unidos o la Unión Europea. Desde que bajó el gravamen al
12,5% en la década de 1990 —en la práctica, la tasa aplicada a
alguna de sus multinacionales es incluso menor, a veces cercana al 0%— ha ingresado mucho más que los países de tributación más elevada.
¿Se debe a que la reducción de impuestos ha espoleado la actividad doméstica,
el empleo y el crecimiento? Nada más lejos de la realidad. Los beneficios extra
que acaban en el bolsillo de la agencia tributaria irlandesa proceden de los
beneficios artificiales de las multinacionales extranjeras establecidas en
Dublín o Cork. Estas ganancias fueron generadas realmente en otros países y
solo existen en Irlanda sobre el papel. De este modo, el Gobierno irlandés
obtiene más ingresos de los que puede gastar en carreteras u hospitales,
mientras otros países ven reducida su cuota. Nada bajo la lógica del libre
comercio justifica este robo.
Resulta
sencillo comprender por qué este proceso persiste. Dada la enorme cantidad de
beneficios repartidos en países ‘offshore’, las jurisdicciones opacas tan solo
necesitan fijar una cuota impositiva baja para recaudar grandes sumas en
comparación con el tamaño de sus economías. Mientras no se les impongan
sanciones importantes, no habrá forma de que los centros financieros ‘offshore’
abandonen este negocio tan lucrativo.
Desafortunadamente,
los gobiernos no han sido contundentes en su determinación para paliar el
problema. Así, el crecimiento de los movimientos artificiales de beneficios
continúa creciendo año tras año. Las multinacionales estadounidenses facturan
un 63% de sus beneficios internacionales en seis jurisdicciones opacas, siendo
la más destacada Países Bajos. Desde 2006, el peso de estas
jurisdiccione opacas ha aumentado un 20%.
Mayor
desigualdad
Las
jurisdicciones secretas son uno de los factores clave en el aumento de la
desigualdad global. Los principales beneficiados de los reducidos impuestos
pagados por las multinacionales son los accionistas de las compañías que
esquivan al fisco. Debido a que gran parte de la riqueza mundial pertenece a
gente con un patrimonio muy elevado, y en su mayoría envejecida, la elusión fiscal tan solo enriquece a un pequeño grupo de la
población. Y los impuestos que las multinacionales esquivan se
compensan con tributos más elevados a la clase media y trabajadora, haciendo
mucho más difícil que estos grupos de la población ahorren o acumulen riqueza.
El gasto
público se desploma si no se compensa por las grandes fortunas. De esta
forma, el beneficio que la Unión Europea pierde en los paraísos fiscales
es el equivalente a cerca de la mitad del gasto público que realiza en
educación superior. A semejanza del cambio climático, los paraísos
fiscales se sitúan en la base del traslado de la riqueza, que favorece a los
mayores y empobrece a los más jóvenes.
El
10% de la riqueza mundial se encuentra en países ‘offshore’ en manos de
multimillonarios y en forma de depósitos, acciones, bonos y fondos de inversión
Pero hay
incluso una vía más directa a través de la cual las jurisdicciones opacas
incrementan la desigualdad. Mientras ayudan a las multinacionales a eludir
impuestos, los centros ‘offshore’ permiten a las grandes fortunas esconder su
riqueza del fisco, de sus socios, de sus esposas o de los jueces. El 10% de la riqueza mundial se encuentra en países ‘offshore’ en
manos de multimillonarios y en forma de depósitos bancarios, acciones, bonos y
fondos de inversión. En la mayoría de los casos, detrás de sociedades,
fundaciones o trust pantalla. Hasta hace poco, no teníamos una idea adecuada de
quién retenía esta riqueza, pero con mis colegas Annette Alstadsæter y Niels
Johannesen hemos podido avanzar en este problema gracias a las filtraciones que
se han sucedido en los últimos años.
Tras
analizar los datos revelados en SwissLeaks (pertenecientes
al HSBC suizo, la filial del gigante bancario HSBC) y en los papeles de Panamá(pertenecientes
a la firma legal panameña Mossack Fonseca), tuvimos la oportunidad de estudiar
la riqueza de los usuarios de los paraísos fiscales.
Nadie se
sorprenderá de que muchos de los activos ‘offshore’ pertenezcan a
multimillonarios. Los pobres no se caracterizan por esconder sus bienes en
cuentas de bancos suizos. Pero es asombroso conocer hasta qué punto la riqueza
‘offshore’ está concentrada en unas pocas manos. Alrededor del 50% de la
riqueza mantenida en paraísos fiscales pertenece a hogares con más de 50
millones de dólares de patrimonio neto, un grupo al que la banca privada apoda
UHNWI (individuos con fortunas multimillonarias, del inglés
‘ultra-high-net-worth individual') y a los que corteja constantemente. Estos
multimillonarios representan alrededor del 0,01% de la población de las
economías avanzadas.
Mucha
gente cree que la evasión fiscal ha pasado a ser más 'democrática' con el paso
del tiempo. En el momento de la filtración del HSBC suizo, en 2007, los bancos
suizos tenían cientos de miles de clientes. Según esa métrica, el uso de las
jurisdicciones opacas se había generalizado. Pero la riqueza en manos de estos
clientes moderadamente ricos no representa mucho comparado con el patrimonio
que poseen los UHNWI. La consecuencia es clara. Debido a los paraísos fiscales,
infravaloramos el nivel y el aumento de la desigualdad global de forma
sustancial. Ya sea para evadir impuestos o simplemente para eludirlos, la
riqueza oculta en los paraísos fiscales es invisible para las bases de datos
tradicionales con las que calculamos variables como la actividad económica, la
desigualdad, la contabilidad nacional y los registros de impuestos.
Las
consecuencias son dramáticas en un país como Rusia, donde la mayoría de la
riqueza de los UHNWI se esconde fuera del país. En Reino
Unido, España, Alemania y Francia, entre el 30 y el 40% de la riqueza del 0,01%
más rico de la población se encuentra en el extranjero. En Estados
Unidos, el desvío de fondos hacia territorios ‘offshore’ también incrementa la
desigualdad, pero su efecto pasa más inadvertido que en Europa, ya que en el
país americano la riqueza está ya muy concentrada incluso sin tener en cuenta
los paraísos fiscales. En cualquier caso, es evidente que nuestras herramientas
estadísticas para medir la desigualdad no están adaptadas al capitalismo del
siglo XXI.
Al mismo
tiempo que la desigualdad aumenta, las firmas establecidas en centros
financieros ‘offshore’ fijan sus objetivos para una pequeña, pero muy rica,
clientela. Para ellos, resulta más beneficioso servir a unos pocos clientes,
pero muy ricos, que a docenas de miles de 'dentistas belgas', muchos de los
cuales han sido expulsados de los bancos suizos en los últimos años. En 2007,
HSBC Suiza tenía 30.000 clientes, con un saldo medio en sus cuentas corrientes
de 3,9 millones de dólares. En 2014, el número de clientes ha caído hasta cerca
de los 10.000. En cambio, el valor medio de las cuentas se ha disparado hasta
los 6,6 millones de dólares. Al mismo tiempo que crece la desigualdad, la evasión fiscal se está convirtiendo en un deporte de
élite gracias a los paraísos fiscales.
El coste y
el futuro
¿Pero
cuánto cuesta todo esto? No toda la riqueza depositada en jurisdicciones opacas
evade impuestos, pero un gran número de evidencias sugiere que la mayoría lo
hace, en torno al 80%. La ocultación de la riqueza priva a los gobiernos de
sustanciales ingresos, alrededor de 170.000 millones de dólares cada año. El
coste es particularmente elevado en los países de América Latina como Argentina
y Venezuela, así como en otras economías emergentes. Incluso, en un país como España, las pérdidas anuales de ingresos se
aproximan a los 7.000 millones de euros, a los que deben añadirse los 4.100
millones eludidos por las multinacionales que operan en el país. En
total, 11.000 millones de euros cada año, el doble de lo destinado por el
Estado para infraestructuras en 2017.
Los
continuos escándalos en la industria ‘offshore’ pueden dar la sensación de que
no se puede hacer nada para combatir este abuso. Pero esta perspectiva es
errónea, ya que en la última década se ha avanzado para luchar contra la
evasión fiscal, y además se puede hacer mucho más en el futuro próximo.
El velo
que cubría las actividades en los paraísos fiscales comienza a desaparecer.
Antes de las crisis financieras de 2008 y 2009, muchas de estas jurisdicciones
se negaban a publicar cualquier estadística significativa sobre sus
actividades, o incluso a colaborar con las autoridades fiscales. En 2016, un
número importante de jurisdicciones opacas —incluidas Luxemburgo, las islas del
Canal y Hong Kong— comenzaron a publicar datos sobre el número de depósitos que
los extranjeros tenían en sus bancos. En 2017, muchas de esos
paraísos comenzaron a intercambiar información bancaria con terceros países.
¿Por
qué permitimos que una buena parte de las viviendas de Manhattan esté en manos
de sociedades pantalla que esconden a criminales?
En
cualquier caso, muchos de los datos todavía no están disponibles y queda mucho
por hacer para mejorar la transparencia financiera. Un buen número de países
con un elevado volumen de transacciones, entre los que se encuentran Panamá o
Singapur, aún no publican ningún tipo de estadística ni los nombres de quienes
poseen los depósitos de sus bancos. Y lo que es más importante, una creciente
fracción de la riqueza 'offshore' (más del 60% en el caso de Suiza) están en
manos de sociedades pantalla, trust y fundaciones, todas ellas con el mismo
objetivo: hacer que los beneficiarios finales de estas compañías sean
ilocalizables. Es imposible luchar adecuadamente contra la
evasión fiscal ante tal nebulosa estadística. Los paraísos fiscales
siempre pretenden simular que cooperan con otros países, pero carecen de
incentivos para ello. Además, no hay forma de saber si son de fiar, ya que no
lo han sido en el pasado.
La clave
del progreso en este aspecto se basa en imponer sanciones más severas a las
firmas y a los países que facilitan estos delitos fiscales. En los últimos
cinco años, un puñado de grandes bancos, como Credit Suisse o HSBC, se han
visto obligados a pagar multas en Estados Unidos por este motivo. Pero estas
sanciones se suelen ver como un coste más de esta clase de negocio y son muy
pequeñas comparadas con los beneficios que generan estos gigantes
financieros. Un método más persuasivo y eficiente sería amenazar
a los bancos con la retirada de sus licencias para operar. En un
contexto de aumento de la riqueza en el mundo, hay una demanda muy fuerte para
operar en jurisdicciones opacas. Sin estas importantes sanciones, siempre habrá
oferta para cubrir esa demanda.
Para
cerrar el capítulo del abuso ‘offshore’ también es necesario un registro financiero global. Las sociedades
‘offshore’ a veces están constituidas con una finalidad legítima, pero muchas
otras veces son permisivas con el lavado de dinero, la información
privilegiada, la elusión de impuestos e incluso a veces con la financiación del
terrorismo. La forma más persuasiva de disipar esta opacidad sería crear
exhaustivas bases de datos en las que se registren a los propietarios de la
riqueza y de las finanzas mundiales. Muchos países ya han desarrollado este
tipo de registros sobre bienes inmuebles. Es hora de mejorarlos incluyendo
quiénes son los propietarios o beneficiarios finales de estas propiedades. ¿Por
qué permitimos que una buena parte de las viviendas de Manhattan o Londres esté
en manos de sociedades pantalla que potencialmente esconden a criminales o
blanqueadores de dinero?
Un
registro global asestaría un duro golpe al secreto financiero y crearía una
inestimable fuente de información sobre la distribución de la riqueza
Una vez
hecho esto, deberíamos ampliar estos registros para controlar los activos
financieros. Una respuesta común a las propuestas para desarrollar registros
financieros es que estos amenazarían la privacidad individual. Aunque algunos
países tienen registros del catastro y de los bienes inmuebles desde hace
siglos, y estos muchas veces son públicos, parece que no se hace un uso
adecuado de los mismos. La idea de que un registro financiero mundial iría
contra las prácticas que protegen la privacidad es errónea.
Hay mucho
en juego: un registro financiero global asestaría un duro golpe al secreto
financiero y crearía una inestimable fuente de información sobre la
distribución de la riqueza, sin la cual resulta complicado debatir adecuadamente
sobre la política de los gobiernos en este terreno. Desde mi punto de vista,
este debería ser el principal objetivo de los partidarios de la transparencia
europea en los próximos años."
El
Confidencial
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