Nota de opinión: "Entre el temor y el desconcierto, se tensa el clima en el fuero federal" por Patricia Blanco
Ante la
aceleración (después de las elecciones de octubre) de causas que durante muchos
años estuvieron dormidas, de espectaculares detenciones con cuestionables fundamentos,
de cierres expeditivos de causas que involucran a funcionarios del gobierno,
cabe preguntar ¿la justicia hará justicia?
La nota
“En este
país hay cinco poderes:
el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, la prensa y Comodoro Py”. El autor de esta frase, lanzada
al pasar ante PERFIL mientras Amado Boudou ya estaba preso, es uno de
los integrantes del edificio enclavado en los confines de Retiro, escenario de una desatada carrera de detenciones que
nadie sabe hasta dónde puede llegar.
En despachos oficiales dicen que
los jueces están descontrolados,
aunque algunos son más escépticos. “¿Descontrolados o asustados? –preguntó ante PERFIL una voz del Gobierno
al evaluar lo que sucedió esta semana–. La detención de Boudou pareció
desmedida, casi un manotazo de ahogado innecesario. Y no está relacionado sólo
con la auditoría sino
con las derivaciones que pueda traer aparejadas el caso Freiler”, agregó.
Es que el encarcelamiento de Julio
De Vido, con el decisivo rol del Congreso para quitarle los fueros, fue
celebrado en el oficialismo, que lo vivió como un triunfo propio. Pero el
arresto inesperado del ex vicepresidente kirchnerista, en la mañana del
viernes, ordenado por el juez Ariel Lijo, sacudió a la Casa Rosada y también a
muchos de los jueces y fiscales, que miraron la escena con desconcierto e
incomodidad. “El Gobierno no tiene nada que ver con todo esto, pero sí el juez
–aseguró enojado el abogado Matías Molinero, defensor de José María Núñez
Carmona, amigo de Boudou y detenido junto a él–. Conozco a Mauricio Macri y sé
lo que opina de los jueces federales porque él lo sufrió. Lo sufrió en carne
propia y lo sé de parte de él”.
La detención de Boudou –que desde
tribunales sostienen que ya estaba decidida desde hace rato– fue el corolario
de una semana eterna, que se inició con la renuncia de la procuradora Alejandra
Gils Carbó, referente de Justicia
Legítima y procesada da por fraude en la compra de un edificio,
y las palabras de Mauricio Macri contra la feria judicial y los horarios de
tribunales. “Uno de los pocos temas que tocó (el Presidente) fue la Justicia, a
la que criticó, sin encontrar ninguna virtud. Si ése es el nivel de discusión
sobre esto, la verdad que empezamos mal”, disparó el juez Claudio Bonadio ante
los periodistas.
Para ese momento, el Consejo de la
Magistratura ya había activado denuncias contra los
jueces Ariel Lijo y Daniel Rafecas, por los resultados
de una auditoría que reportaba demoras en ciertas causas de corrupción en sus
juzgados. Hubo otros jueces cuestionados porque no habrían presentado a tiempo
sus informes, algo que los protagonistas desmintieron. El problema de esa auditoría
no sólo eran los nombres que aparecían, sino los de los magistrados que no
aparecían. Eso mortificó a los jueces señalados y provocó suspicacias por los
ausentes.
“Están empezando una caza de
brujas –dijo un magistrado enojado en los pasillos de tribunales–. Nos están
mandando un mensaje a todos”. La lectura de esa interpretación estaba unida a
los votos que se necesitan en el Jury del Consejo de la Magistratura para
desplazar al camarista Eduardo Freiler, acusado
de mal desempeño y de enriquecimiento ilícito. Y la pieza que –al no renunciar,
como buscaba el Gobierno– derivó en esta embestida.
Tal como había anunciado PERFIL, el presidente de la Corte
Suprema, Ricardo Lorenzetti,
apareció el jueves en un congreso que había organizado la liga de jueces
federales (AJFE), por primera vez dando un respaldo público. Ahí estaba el
ministro de Justicia, Germán Garavano, defendiendo los reproches de Macri a la
Justicia y haciéndoles saber que no es un problema de recursos lo que tiene el
Poder Judicial.
“Están dentro de los sueldos más
altos del país, de la región y hasta del mundo”, se le escuchó decir. Casi en
paralelo, se difundían los sueldos de las jubilaciones de los ex ministros de
la Corte Suprema, encabezados por Raúl Eugenio Zaffaroni. Lorenzetti le
reprochó al ministro que hace diez años que vienen pidiendo reformas, y este
Gobierno, con dos años de administración, aún tiene vacante el 30% de los
cargos en la Justicia.
En ese escenario, llegó la detención
de Amado Boudou. Al precedente que disparó el camarista Martín Irurzun, presidente de la
Cámara Federal, pidiendo nuevos parámetros de excarcelaciones y arrestos para
los acusados de corrupción que aún conservan lugares de poder, se le sumó ahora
otra rueda del engranaje: la posibilidad de morigerar condiciones de detención y
reducción de condenas, en un tiempo exprés, para quienes brinden datos
“precisos, comprobables y verosímiles” en la recuperación de dinero ilícito o
en la identificación de autores de delitos de corrupción. Toda una invitación a
arrepentirse.
En ese clima trabajan hoy los
jueces federales. Y nadie se anima a predecir las consecuencias.
Los dos modelos de jueces
de la Casa Rosada
En la Casa Rosada tienen dos
modelos de jueces federales. Uno parece reunir todos los requisitos de lo que,
siempre según los criterios de los principales referentes de Cambiemos en el
Gobierno, está bien. El otro, en el oficialismo no tienen dudas, representaría
todo lo que habría que desterrar para siempre de la Justicia. En ambos casos,
esos modelos tienen nombre y apellido: Martín
Irurzun (presidente de la Cámara Federal y el habitante de Comodoro Py
preferido del Gobierno) y Ariel Lijo (el juez federal más cuestionado por el
macrismo). Curiosamente, los dos tienen muy buena relación con el
presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Y curiosamente también, un
fallo de Irurzun le dio pie a Lijo para detener el viernes a Amado Boudou en
una causa en la que el ex vicepresidente no había sido procesado y ni siquiera
indagado.
Todo esto fue posible a partir de
un fallo de Irurzun sobre la situación del ex ministro Julio De Vido que amplió los criterios
para rechazar las excarcelaciones y avalar detenciones en casos en los que los
imputados de corrupción pudieran conservar vínculos con áreas de poder que
permitieran la destrucción de pruebas. Aun antes de ese fallo que sentó una
nueva jurisprudencia, en la Casa Rosada era frecuente escuchar este tipo de
comentarios: “Necesitamos más jueces como Irurzun”.
En ese mismo despacho de Balcarce
50, ocupado por un hombre que conoce al presidente desde hace muchos años,
también era común escuchar una opinión muy distinta de un juez federal de primera
instancia: “No queremos más jueces como Lijo”. Le cuestionan, entre muchas
otras cosas, su perfil más político que jurídico. El juez, se sabe, suele
jactarse de que su juzgado “parece una unidad básica”.
Tanto Irurzun como Lijo saben lo
que piensan de ellos en la Casa Rosada. Lo que no se sabe es cuánto de eso
influye a la hora de dictar sus fallos.
Candidato para ser camarista
El Consejo
de la Magistratura avanzó esta semana con la designación del
concurso para reemplazar a un juez que integre oficialmente la Sala I de la
Cámara Federal. Se trata de un concurso que estaba trabado desde hace años, que
tuvo numerosos cuestionamientos y por el que competían muchos de los
protagonistas de Comodoro Py. De cuarenta inscriptos que hubo en 2008, cuando
se abrió el concurso, tan sólo siete se presentaron al examen. Según pudo saber PERFIL, aunque se creía que iba a ser
anulado, en comisión se aprobó un dictamen para que sea analizado en el
plenario. Dicen que el nombre elegido sería Mariano
Llorens, secretario de un tribunal oral criminal de la Capital. Una
nota del diario Clarín de 2015 señalaba que el candidato era primo de Julio De
Vido, ahora detenido. La incorporación de un juez a la Sala I de la Cámara
implicará el desplazamiento de Leopoldo Bruglia, que desde hace un año se
desempeñaba como subrogante.”
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