Nuestra sociedad es frágil en sus demandas de cambios. Quizás no
hay suficientes entidades intermedias comprometidas con el bien común que alcen
su voz crítica e independiente con propuestas de cambio basadas en sólidos
argumentos. La mayoría de las organizaciones de este tipo están atravesadas por
intereses sectoriales y/o partidarios. No siempre confesados.
Nada sorprendente. La sociedad es compleja y plagada de
pretensiones contrapuestas.
Muchas veces fallan los mecanismos de resolución de los conflictos
que se disuelven en el mar de información que nos inunda día a día. Otras veces
se inclinan abierta o solapadamente por los intereses del poder de turno o de
los permanentes que van más allá de las banderías partidarias. No son de
izquierda, centro o derecha. Son del color que pinta cada vez.
El poder transita por todos los vericuetos de la sociedad. Se
ubica aquí o allá según convenga. Muchas veces envuelto en precioso regalo.
Otras veces en frases que ocultan la verdad. Con promesas que saben que no
cumplirán. También en leyes que convierten en legal lo ilegal. Lo injusto.
Nuestra sociedad es frágil en sus demandas de cambios. ¿Qué hacer?
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