Nota de opinión: "Involucremos a las empresas en las políticas anticorrupción" Guillermo Jorge. Fernando Basch
"La Argentina parece encaminada a discutir los ejes
de una reforma jurídica para controlar la corrupción. Por el momento, el centro
del debate público lo ocupa la figura del arrepentido. Sin embargo, la medida
con mayor potencial para producir cambios sistémicos es la incorporación de un
sistema que responsabilice a las empresas que promuevan o toleren pasivamente
la corrupción.
La clave del sistema no está, digámoslo desde un
principio, en cobrarle a las empresas los delitos cometidos por sus directivos.
Lo que estos sistemas buscan es aumentar los esfuerzos del sector privado para
prevenir la corrupción y su colaboración para condenar a las personas (físicas)
que los llevan a cabo.
Hasta el momento, nuestro sistema sólo castiga la
corrupción de las personas físicas. Esto genera una estructura de incentivos
perversa. Al no haber sanciones para la persona jurídica, ésta no tiene motivos
para implementar procedimientos internos preventivos. De hecho, las normas
actualmente aplicables orientan los incentivos de las altas autoridades
corporativas a "evitar saber" cómo se concretan las operaciones de la
compañía, puesto que ellas sólo podrían ser condenadas si conocían los hechos.
Así, a mayor nivel jerárquico de quienes participan del delito, menor chance de
que la compañía se proponga su prevención o remediación, y mayor su incentivo
(el que tienen sus autoridades con capacidad de decisión) para el ocultamiento
de los hechos o la protección de los involucrados. El enfoque actual no solo
consolida la selectividad del sistema -si hay condena, sólo condena a los
"perejiles"- sino que incentiva a las empresas a organizarse en
defensa de sus directivos: pagan sus abogados, los ayudan a estructurar sus
defensas, los designan en otra país u en otra línea de negocios, etc. En otras
palabras, reconocen que se pusieron en esa situación no en beneficio propio
sino en el de la compañía.
Los sistemas que responsabilizan a las personas
jurídicas por hechos de corrupción revierten este esquema de incentivos. Parten
de la idea de que las empresas se encuentran en una posición única para
prevenir y detectar la corrupción. A través de políticas y procedimientos
internos, pueden alinear sus prácticas comerciales con una cultura de
integridad. Mediante políticas de monitoreo adecuadas, las empresas también
pueden aumentar la probabilidad de detección de delitos, pues están en mejor
posición que el Estado para identificar los incumplimientos que se dan en el
marco de sus operaciones.
Hoy, sin embargo, la falta de riesgos legales para
la empresa involucrada en esquemas de corrupción explica la búsqueda de
rentabilidad por cualquier medio. Nada pierde una compañía por "mirar para
otro lado" cuando sus gerentes de ventas o marketing pagan un soborno o
promueven la colusión. Su integridad está librada a la moral subjetiva de sus
líderes.
Un sistema que no sólo responsabilice a las
empresas sino que además establezca reglas claras de mitigación de su
responsabilidad frente a serios esfuerzos organizacionales preventivos y/o
cooperación con las autoridades de investigación, haría más eficaz la
persecución de los partícipes individuales. También generaría mayor disuasión,
y en el mediano plazo podría apuntalar un cambio cultural esencial para sacar a
la corrupción del portfolio de las relaciones público-privadas.
Sistemas de estas características permitieron la
revelación de los mayores escándalos de corrupción a nivel global en los
últimos años, como la práctica sistemática de Siemens de pagar sobornos en el
mundo en desarrollo o el esquema de desvíos y coimas que impregnó el programa
"Petróleo por Alimentos" de las Naciones Unidas en Irak. Incluso nos
permitieron conocer los sobornos que pagó Ralph Lauren en Argentina -por la
aplicación de este sistema en los Estados Unidos-, y que también se estén
investigando pagos irregulares a nuestros funcionarios por parte de Embraer.
Más allá de estas plausibles consecuencias
directas, el objetivo mediato de estos sistemas es mejorar el clima de
negocios. Los recientemente anunciados planes de infraestructura resultarían
mucho más atractivos para el sector privado si fueran rodeados de mecanismos
que garanticen un sistema de contrataciones transparente.
Por ello, más que la de eventuales arrepentidos,
nuestro sistema anticorrupción precisa la colaboración eficaz del sector
privado para reducir la impunidad de sus relaciones con el Estado."
La Nacion. Abril 2016
Comentarios
Publicar un comentario
Nos interesa conocer su opinión sobre el blog. Gracias.