Nota del Editor
Jorge Cayetano Zaín Asís (Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina; 3 de marzo de 1946), conocido como Jorge “El turco” Asís, es un escritor y periodista argentino de origen Libanes.
Periodista
de personalidad provocativa y observador político, ha cultivado varios géneros
literarios como escritor. Su novela Flores
robadas en los jardines de Quilmes, publicada en 1980, se convirtió en best
seller con 350.000 copias vendidas.
Esta novela, dedicada a Haroldo Conti,
el escritor argentino desaparecido en 1976 durante el Proceso de Reorganización Nacional,
fue llevada al cine en 1985 bajo la
dirección de Antonio Ottone.
En el año 1971 escribió el
libro De cómo los
comunistas se comen a los niños. En la contratapa, Carlos
Marcucci escribió: «Jorge Asis provisto de un heroismo ejemplar
intenta dejar testimonio de este genocidio que el mundo occidental y cristiano
presencia como un tímido espectador». La obra es su primer libro de cuentos y
en ella «rememora con el
escandalizador axioma su militancia comunista, tan efímera como la primera
juventud, en la que se dividía entre las aventuras del barrio y los libros».
Asís también incursionó como actor en
el papel de Fábulo Vega en
un film de 1973, La muerte de
Sebastián Arache y su pobre entierro, guion y dirección
de Nicolás Sarquis, según el argumento de este
director, Luis Priamo y Haroldo Conti.
A partir de 1989 durante el
gobierno de Carlos Saúl Menem, se desempeñó como embajador
argentino ante la Unesco, función que cumplió hasta 1994, y pasó a ejercer el
cargo de secretario de Cultura de la Nación.
Tras su breve paso por esa secretaría, fue designado embajador en Portugal desde 1997 hasta 1999 en que terminó
el mandato del presidente Menem.
En octubre de 2007 fue candidato a
Vicepresidente de la Nación, acompañando al entonces ex gobernador de la
provincia de Neuquén, Jorge Sobisch. Sobre cómo su compañero de
fórmula superó la crisis respecto al asesinato del docente Carlos
Fuentealba en abril de ese año, dijo: «Este hombre pone lo que
hay que poner, este hombre tiene firmeza, a él le creo y le compro un auto
usado».
Asis
es un agudo observador. En un lenguaje por momentos cínico, burlón, acido,
descarnado y/o escéptico interpreta el devenir de nuestra realidad política.
Gusta de poner sobrenombres a actores y hechos de ese escenario público. Así,
por ejemplo, el gobierno de Macri es el "Tercer Gobierno Radical", luego del de
Alfonsin (1983 – 1989) y el de la Alianza (1999 – 2000). Cristina Fernández de Kirchner es "La Doctora" y Elisa Carrió "La Demoledora". “El Turco” es presuntuoso, vanidoso y astuto. Muchos
lo desprecian porque no lo consideran un intelectual digno de ser tomado en
cuenta. Pero conoce la política desde la calle y también desde los pasillos de
palacio.
Muchas veces su mirada de los hechos escapa al sentido común de lo
instalado y por ello estimula el juicio crítico.
Aquí su
interpretación del intento de echar a Julio De Vido de la Cámara de Diputados.
La nota
Alrededor del patético episodio
de la referencia no se registraron vencedores. Aunque
sí hubo notables vencidos. La inteligencia del argentino medio es
agraviada cuando los protagonistas que perdieron tratan de conformarse con el
viejo cuento de ser “campeones morales” En la plácida visión de la historia,
para los estrategas derrotados del colectivo Cambiemos, constituye un triunfo,
de por sí, haber planteado el tema.
Por el maniqueísmo extorsivo de
instalar la disyuntiva artificial. O se está con los honestos, con los artesanos
de la transparencia.
O se respalda a la banda de
corruptos “que asaltaron la república”.
Para imponer semejante situación
límite distan de inspirarse en los dramas de Ibsen.
Más grave: se transforma en un
grotesco de Armando Discépolo. Donde se oculta, incluso, hasta el desconcierto.
La desorientación de quien
gobierna. Símbolo de la fragilidad estructural.
Corresponde encarar otra interpretación de la historia reciente.
Corresponde encarar otra interpretación de la historia reciente.
Menos, claro, ilusoria.
Parlamentarismo patrullero
Los vencidos, en esta batalla envolvente e
innecesaria, son innumerables. Pero muy identificables.
Reluce, en primer lugar, el cruzado Mauricio Macri,
presidente del Tercer Gobierno Radical.
En el tramo menos meritorio del viraje personal. Desde
la plata hacia el bronce.
Un Cambio de
Metal (cliquear) que aquí supo estudiarse. Entre las
alucinaciones del agua bendita (cliquear). En pos del ansiado
bronce, y de la reproducción del agua bendita, consta que el presidente se
atrevió a desafiar accidentes de su biografía.
Para conseguir el carnet de transparente no basta,
en principio, con ser catalogado, por la señora Elisa Carrió, La Demoledora,
como el poderoso millonario que llegó al poder para depurar la política. Por el
atributo de ser rico, desde antes de calzarse la banda. Sin necesitar
enriquecerse con las ventajas de administrar el Gorro Frigio. O el Estado. Pero
con el detalle imprescindible de obviar las maneras utilizadas, por la dinastía
Macri, para enriquecerse. “Hacerse millonaria”.
De detallar la sinuosa trayectoria hacia la fortuna
se encargó la señora diputada Alcira Argumedo. Con superior coeficiente
intelectual, y capitalizada por tendenciosa información, la ensayista Argumedo
se lanzó a narrar la epopeya, aunque ningún medio le dedicó una línea. Desde
que Franco, el padre, el Macri que vale, el impulsivo albañil italiano, arribó
a Buenos Aires en 1949. Para construir un imperio, pródigo en conquistas
comerciales, y con ayuditas escandalosas desde el Gorro Frigio. “Concesiones”
que se extendieron hasta 2016.
Entregado a las divagaciones de Carrió, el
Presidente Macri adoptó el esquematismo artificial para condenar a Julio De
Vido, El Pulpo.
Como si De Vido, por instrucción de Kirchner, no
fuera aquel mismo funcionario que les abrió, a los Macri, el camino decisorio
de la Camarita de la Construcción. Donde se decidía la cartelización que
espantaba a Roberto Lavagna, La Esfinge. En la Gran Cámara. O como si Franco,
con el conocimiento de Mauricio y del fratello Gian Franco, y de don Julio, no
hubiera estado a punto de venderle (clavarle) la constructora IECSA, en 2005, a
Lázaro Báez. O sea a Néstor Kirchner, El Furia, jefe de De Vido.
En similar hervor que el Presidente se registró la
lenta cocción de Marcos Peña, El Pibe de Oro.
Con la soberbia antipatía que suele utilizar para
imponer la máscara de la superioridad.
Sin el entusiasmo de la señora Vidal, y de
Rodríguez Larreta, El Pibe de Oro siguió la corriente incauta de Macri. Ambos
fueron “llevados puestos”. Arrastrados hacia la peor frivolidad. Por la
incombustible señora Carrió. La dama que nada tiene, en la práctica, para
perder en el show. Se los cargó como a la campaña, a ambos al hombro. Para
depositarlos en la derrota que se niega. Por ser campeones morales.
Para los rigores del parlamentarismo patrullero,
Carrió embarcó a los suyos. Al disciplinado Fernando Sánchez, recitador en
latín, ante cualquier movilero, de la opción entre corruptos u honestos. Y
hasta consiguió envolver, en el parlamentarismo patrullero, al juvenil Nicolás
Massot. En una muestra de generosidad, Massot facilitó que Mario Negri, El
Radical Zorro Gris, entonara la letanía del acto final. Para celebrar, con
ademanes, la sublime constatación de otra derrota. Como último mérito, Carrió
consiguió sacar del eje de equilibrio al pensador que anulaba. Jaime Durán
Barba, El Equeco.
Manual de perdedores
En la fila de perdedores unánimes, el Informe
Oximoron sitúa a Sergio, Titular de la Franja de Massa. Junto a las dos mujeres
que lo consolidaron en el error. La señora Margarita Stolbizer, La Vecina
Amable, aliada contranatural que suele mirarse en el espejo de Carrió. Y la
señora Graciela Camaño, La Negrita, también anotada en el insólito rally moral,
para ingresar tiernamente en la trampera del oficialismo.
Vencidos menores, pero perdedores al fin, son Diego
Bossio, un desperdicio prematuro, y Florencio Randazzo, El Loco, que sin
siquiera ser diputado no pudo zafar de la encerrona del macrismo que lo
sostiene.
“Manual de perdedores”, como en la novelita de
Sasturain. Perdedores que se escabullen, inadvertidos entre el dilema de la
alta virtud.
Estaría injustamente incompleto el Manual de
Perdedores si no se consigna el activo desempeño, severamente auto-destructivo,
de Clarín.
Es el medio que le brindó protección superior, al
pretexto De Vido, durante no menos de diez años.
Para constar en actas también debe figurar la
espiritualidad que emana de La Nación.
Ambos medios -Clarín y Nación- supieron inmolar a
sus luminosos columnistas, de la prensa escrita y simultáneamente televisiva.
Para dramatizar el maniqueísmo estremecedor. El
verso del fundamentalismo divisorio. Entre los “honestos”, los moralistas que
querían expulsar al pretexto (De Vido). O los inmorales. Inescrupulosos que se
disponían a respaldar a los corruptos.
“Debe saberse quién está de cada lado”, esgrimía el notero solemne, transformado en astro televisivo.
“Debe saberse quién está de cada lado”, esgrimía el notero solemne, transformado en astro televisivo.
Medios influyentes, que construyen la política que
pretenden interpretar. Conducidos por estrategas improvisados que se enrolaron
en la irresponsabilidad.
Arrastran, hacia el periodismo patrullero, a los
comisarios vocacionales de las emisiones contagiadas, meras repetidoras.
Medios menores que oscilan entre el desconcierto y
la desorientación, mientras recitan, a coro, el mismo verso.
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