Los tiempos empresarios en la vida de Marcelo
Mindlin muestran una extraña coincidencia con la marcha
de la economía y la política argentina. El 25 de mayo de 2003, Néstor
Kirchner llegó a la Presidencia de la Nación. Seis meses
más tarde, el 25 de noviembre, Mindlin sorprendió a propios y ajenos cuando le puso
fin a su vínculo con Eduardo Elsztain, su
histórico socio. Era la culminación de uno de los matrimonios empresarios más
exitosos del menemismo.
Tras 15 años de convivencia con el llamado «dueño de la tierra»,
Mindlin dejó de lado una historia plagada de éxitos comerciales. Ese relato
había comenzado en 1990, cuando ambos habían comprado una inmobiliaria que
terminó convirtiéndose en IRSA, el vehículo inversor que se quedó con la
mayoría de los mejores edificios de oficinas de la Ciudad de Buenos Aires y
con un puñado de shoppings. Ese cúmulo de adquisiciones fue el embrión de Alto
Palermo, la sociedad que reúne los negocios inmobiliarios que luego continuó
Elsztain.
La apuesta no
terminó en los ladrillos y el consumo masivo. A través de Cresud, otra de las
empresas del dúo, se convirtieron en los principales dueños de tierras del
país.
La separación de
noviembre tuvo ribetes similares a los de una ruptura matrimonial. Cada una de
las sociedades envió a la Bolsa comunicados que explicitaban la salida de
Mindlin. De ellos se desprendía la complicada división de bienes. Mindlin se
quedó con Dolphin, el fondo que le había dado origen a Irsa y desde donde
lanzó, ese mismo año, su ofensiva sobre el sector eléctrico. También retuvo el
30% de Cresud y el 8% del Banco Hipotecario para alejarse de Irsa, la empresa
de la que había sido entre 1991 y 2003 accionista, vicepresidente y director
financiero.
Mindlin nació el 19 de enero de 1964 en Córdoba. A los seis años
se mudó a Olivos y si alguna vez tuvo tonada cordobesa, no queda un solo
rastro. Conoció a Elsztain en sus épocas de estudiante en el colegio Nacional
Buenos Aires. Una década después, empezaron a hacer negocios juntos. Se recibió
de economista en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo una maestría en
administración de empresas de la Universidad del CEMA (Centro de Estudios
Macroeconómicos). Nada de eso, sin embargo, sobresale más en su currículum que
el viaje que hizo en 1989 a Estados Unidos para conocer a George Soros, el
magnate húngaro americano que les confió una parte de su gigantesca billetera
(...)
Mindlin hizo su
presentación en el mundillo eléctrico el 5 de enero de 2004, cuando anunció la
compra de un 7,14% de Citelec, la sociedad controlante de Transener, a The
Argentine Investment Company (Taico). Concretó la operación a través de Dolphin
Fund Management, el fondo de inversión que fue su cara visible hasta la compra
del frigorífico La Pampa, una empresa menor que cotizaba en Bolsa y que sirvió
de base para montar Pampa Energía, su holding eléctrico.
Dos meses más tarde cerró la compra del 42,5% que la inglesa
National Grid tenía en la controlante de la transportadora (llegó al 50% en la
dueña de Transener). El empresario habría desembolsado unos 18 millones de
dólares en ambos movimientos, para ocupar en septiembre de 2004 la presidencia
de la compañía que maneja el 95% de las líneas de alta
tensión de la Argentina.
Transener tenía una deuda en default cercana a los 570 millones
de dólares. El equipo de Mindlin cerró su negociación en mayo de 2005. La
redujo hasta los 285 millones de dólares.
Su salto a la
fama, sin embargo, lo consiguió con la compra del 65% de Edenor a Electricité
de France, que selló el 29 de junio de 2005 a cambio de 100 millones de
dólares y la aceptación de una deuda en default por 537
millones de dólares. Mindlin puso en efectivo menos de una décima parte de lo
que los franceses querían por la compañía, que pocos años antes había tasado
sus activos en 1.200 millones de dólares.
El 1° de junio,
Mindlin visitó a Kirchner en la Casa de Gobierno y se aseguró la bendición
oficial para sus negocios. La reunión comenzó a las 9.30 y duró sólo media
hora. El empresario le explicó al patagónico cuáles eran sus lineamientos. Lo
escuchaban De Vido y el secretario de Energía, Daniel
Cameron. Cuatro meses más tarde, Mindlin volvió a visitar
a De Vido. Le llevó una copia de la nota que certifica que EDF retiraba su
demanda por 960 millones de dólares contra el país en el Ciadi. «Estamos
extremadamente contentos de que Electricité de France haya decidido retirar la
demanda contra la Argentina», dijo Mindlin. Claro que no fue un gesto
voluntario de los franceses, sino un punto inevitable que el empresario puso en
la mesa de negociación para comprar la empresa. Kirchner acumulaba esos papeles
como trofeos de guerra en su despacho. Eran una condición no negociable para
que las compañías de servicios públicos avanzaran en la renegociación de
contratos, y Mindlin había logrado uno de los más importantes.
En septiembre de
2005, apenas tres meses después de anunciar el acuerdo con los franceses,
Edenor logró exhibir el bien más preciado para una empresa de servicios
públicos en la Argentina poscrisis: la celebración de un acuerdo con la Unidad
de Renegociación de Contratos. El documento preveía un incremento en la
tarifa de luz de hasta el 15% desde noviembre y el 31 de mayo de 2006 como
fecha límite para realización de una revisión tarifaria integral, que debería
fijar un nuevo régimen tarifario con vigencia gradual a partir del 1º de agosto
de 2006. Seis años más tarde, esa decisión aún no se había aplicado.
Con la
expectativa de que los precios de la energía mejoraran, Mindlin se lanzó de
lleno a la compra de activos. En junio de 2006, salió una vez más a buscar
fondos de inversores de todo tipo por esa vía. Eso le permitió hacer frente a
pagos por el 10% de Central Puerto y la parte de Electricité de France en las
generadoras mendocinas Nihuiles y Diamante (35,5 millones de dólares), entre
otros activos.
De la mano de
Mindlin, Pampa Holding, y luego la propia Edenor, continuaron de compras. El
empresario sumó seis centrales eléctricas (las hidroeléctricas Los Nihuiles y
Diamante, en Mendoza; las térmicas Piquirenda y Güemes, en Salta; Loma La Lata,
en Neuquén y Piedra Buena, en Bahía Blanca).
Además, intentó
desembarcar en el mundo de los medios de comunicación al intentar adquirir el
diario El
Cronista. Y se reunió con Mario Pergolini para
estudiar la compra de radios. También sumó negocios
financieros.
A finales de 2005, todo lo que Mindlin tocaba parecía convertirlo
en oro. La «máquina de hacer plata» funcionaba como un reloj suizo. Al 31 de diciembre de 2007, Pampa Holding tenía una
capitalización de mercado de 3.708,7 millones de pesos (unos 1.177 millones de
dólares al tipo de cambio de esa fecha). Dolphin había adquirido el 65% de
Edenor por 100 millones de dólares, pero cuando la distribuidora salió a
cotizar en la Bolsa, en abril de 2007, valía 10 veces más: 1.000 millones de
dólares. Mindlin compró un activo por el 10% del valor que tendría dos años
más tarde. En el mercado explican la enorme capitalización de la empresa por el
propio apellido de Mindlin: el empresario despierta la confianza necesaria
entre los inversores, que creen que si lo siguen, harán buenos negocios.
Otra muestra de
la capacidad para multiplicar ganancias del equipo conducido por Mindlin lo
aporta Transener. En septiembre de 2006, a través de una operación de traspaso
de activos de Dolphin a Pampa, el empresario fijó su participación en la transportadora
en 50 millones de dólares, más del doble que los 18 millones de dólares que
había pagado cuatro años antes por el mismo paquete. Era un número realista: en
junio de ese año, por una porción similar, el fondo norteamericano Eton Park le
había ofrecido a la brasileña Petrobras, co controlante de Transener, 54
millones de dólares. El Gobierno frenó la operación y esa parte quedó para
Enarsa, la empresa nacional de energía, y la cordobesa Electroingeniería, una
compañía de vínculos aceitados con el kirchnerismo. Ambas pasaron a ser socias
de Mindlin (...).
Cartas de
desamor. Mindlin había estado muy cerca de obtener un aumento de tarifas. En
diciembre de 2010, acudió a la Casa de Gobierno para entrevistarse con Cristina
Kirchner. En la antesala del despacho presidencial lo
recibió el ministro de Economía, Amado Boudou. Apenas
después de estrecharle la mano, le anticipó que una vez más su pedido quedaría
postergado. «Lo tuyo estaba todo listo, pero por las protestas en Bolivia
creemos que no es el momento», le explicó quien luego se convertiría en
vicepresidente. Las circunstancias habían jugado en contra de la mejora en los
ingresos de Edenor.
En el país
vecino, el presidente Evo Morales se enfrentaba a la primera protesta social de
magnitud desde su llegada al poder luego de un aumento en los combustibles. El
gobierno argentino temía un efecto contagio. Minutos más tarde, Cristina
Kirchner le repitió a Mindlin el mensaje que ya había recibido de boca de
Boudou. Una mejora, sin embargo, parecía inminente. El martes 22 de junio de
2010 Jorge Taiana le cedió su lugar al frente de la Cancillería a Héctor
Timerman. Los chispazos entre el primero de los funcionarios y la presidenta
Cristina Kirchner le habían abierto, inesperadamente, las puertas del palacio
San Martín a un hombre muy afín a Mindlin. Héctor es primo de Marcelo por parte
de la madre de este último. Antes de su llegada a lo más alto del escalafón
diplomático, era habitual ver a Timerman en las oficinas que Dolphin tenía en
la calle Bouchard (luego se mudó frente al Alto Palermo), a una cuadra del Luna
Park.
Pero el
parentesco con el flamante canciller le sirvió de nada a Mindlin. En los dos
años siguientes, su vínculo con el Gobierno se deterioró de forma inesperada.
Llamativamente, la declaración formal de guerra llegó desde el lado del
empresario. Mindlin y su equipo de colaboradores habían madurado la decisión
durante el verano y la pusieron en práctica en marzo de ese año. Ricardo
Torres, presidente de Edenor en reemplazo del «negociador» Macfarlane, le puso
su firma a una carta que envió a Cammesa, con copias a los ministerios de
Planificación y de Economía, donde repasaba la crítica situación en la que se
encontraba la empresa, por la cual hacía responsable directo al Gobierno.
Cammesa es la empresa que administra el mercado eléctrico. Hasta ese momento,
era una trinchera que respondía de manera directa a las órdenes de Julio De
Vido. Torres fue al punto: «De mantenerse la actual situación de congelamiento de
ingresos y aumento de costos, la distribuidora (por Edenor) verá imposibilitado
el acceso a fuentes de financiamiento del déficit de caja enfrentado en sus
actividades y, de esta manera, se verán afectados, entre otros aspectos, el
normal financiamiento y funcionamiento de la actividad concesionada». En el
párrafo siguiente Torres es más claro: explicó que la situación descripta
afecta «sustancialmente las condiciones para la normal prestación» del servicio
público. La carta hace responsable por esos males a la política kirchnerista:
«Son los reiterados incumplimientos del Estado Nacional los reales causantes de
las eventuales afectaciones que se pudieran producir en el Servicio Público y
de los daños y perjuicios que se ocasionan a esta distribuidora». Y reclama la
recomposición urgente de sus ingresos mediante la aplicación del mecanismo de
monitoreo de costos (MMC) —una herramienta que había surgido varios años antes
para recomponer la ecuación de las empresa pero el Gobierno no aplicó de
acuerdo con lo previsto—, que disponga su traslado a las tarifas, que cumpla
con el proceso de revisión tarifaria y que «arbitre cualquier otra medida que
esté a su alcance, que dada la urgencia necesaria, pueda permitir la
continuidad del servicio». Sin medias tintas ni el tono coloquial de Mindlin de
otro tiempo, el presidente de Edenor explicó con claridad su pensamiento a un
Gobierno tanto o más preocupado por ocultar los datos negativos (los
funcionarios de Planificación, por caso, utilizan el eufemismo «demanda administrada»
para referirse a los cortes de luz y gas que sufrieron en ocasiones las
empresas) antes que por evitar que ocurran. La empresa de Mindlin hacía
responsable al Gobierno por una eventual caída en la prestación del servicio
público, que se podría traducir en apagones masivos, una
de las amenazas que más preocupan a Cristina Kirchner.
En una reunión
que se llevó a cabo en marzo de 2012 en la Cámara de Energía de la República
Argentina, también creada por orden del ministro de Planificación y la anuencia
del sector privado, Mindlin se sinceró ante un grupo de colegas: «Si no tenemos
una solución para Edenor, en junio se cae la empresa», sostuvo. La frase, que
con el tiempo se corroboró, aún late en la memoria de uno de los miembros de
esta entidad, compuesta entre otros por Alejandro Bulgheroni (Bridas); Hugo
Sigman y Horacio Cristiani (Gas Natural) y Carlos Ormachea (Tecpetrol). Casi al
mismo tiempo, el dueño de la electricidad en la Argentina apostó otra carta
fuerte en el tercer mes de 2012: fue a la Justicia para obtener 100,29 millones
de pesos que, a su criterio, el Estado le adeudaba a Transener. Solicitó ante
la Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo la aplicación de una medida
cautelar. Repitió el argumento: la deuda pondría en peligro el servicio que
presta Transener, una empresa neurálgica (es la encargada de unir prácticamente
todo el país) para el sistema eléctrico argentino. La presentación judicial
encierra algunas curiosidades. Entre ellas, que los socios de Mindlin en esa
empresa son Enarsa, una compañía pública; la Anses, un organismo también del
Estado, y Electroingeniería, la firma cordobesa a cargo de Roberto Acosta y
Gerardo Ferreyra, dos empresarios de buena sintonía con el Gobierno. De acuerdo
con los allegados a Mindlin, todos estaban al tanto de la presentación. Mariano
Palacios, el apoderado de la empresa, sostuvo en el escrito que la compañía
firmó con el Gobierno en 2005 el Acta Acuerdo para la renegociación del
contrato de concesión, que a su vez contemplaba una renegociación tarifaria, y
la aplicación de mecanismos de ajuste de acuerdo con la evolución de costos,
que no fueron cumplidos entre 2005 y 2010. Para normalizar esa situación, en
diciembre de 2010 se firmó el «acuerdo instrumental», que también fue
incumplido por la Secretaría de Energía, a cargo de Daniel Cameron.
Entre sus
argumentos, además, carga contra el Enre, el ente regulador del sector, a cargo
de Mario de Casas, con quien Mindlin y sus ejecutivos tuvieron casi siempre una
pésima relación.
Acusó al organismo de «claros incumplimientos» que habrían
provocado «serias dificultades económicas y financieras y graves inconvenientes
para afrontar los costos operativos y de las inversiones propias del servicio
público».
Mindlin mantenía
en la memoria las represalias que cosecharon sus dichos en público con respecto
al tema tarifario y la lograda disculpa que debió darle a De Vido. Aunque tenía
la intención de que el documento no tomara estado público, sabía, en esta
ocasión, que arriesgaba la relación con el Gobierno hasta un punto sin retorno.
Pero de todas maneras decidió avanzar.
Había disparado el primer tiro de la batalla que se vendría,
según relató un colaborador directo del ministro de Planificación. Claro que el
empresario no lo explicaba en esos términos. Intentó convencer a quien se le
cruzara por delante que era su obligación como timón de la empresa hacer todo
lo que estaba dentro de sus posibilidades para salvarla. De lo contrario,
podría sufrir demandas por parte de otros accionistas. Pero el lenguaje de la
política kirchnerista no tiene espacio para argumentaciones en base a
tecnicismos empresarios. La misiva violó una ley tácita del kirchnerismo: se
puede hablar de todo, pero sin dejar constancia en documentos. El paso
siguiente del Gobierno fue hacérselo notar al empresario.
Apenas recibieron
la crítica carta de Torres, algunos funcionarios que responden a La Cámpora,
cuyo mayor exponente económico en el comienzo del segundo mandato de Cristina
fue el secretario de Política Económica, Axel Kicillof (…),
elaborar de manera secreta un feroz informe contra la gestión de Mindlin. (...)
El trabajo de La
Cámpora criticó la compra de activos a Ashmore. Para la
agrupación militante, esa operación fue solventada «con la disponibilidad de
efectivo acumulado por Edenor (567 millones de pesos) y su posterior
endeudamiento por 70 millones de dólares». (...)
Y habría más. Su ya fría relación con la
Presidenta pasó a congelarse luego de que el nombre de Gustavo Mariani, uno de
sus principales compañeros de negocios, apareciera en una lista negra con los
nombres de los empresarios que más dólares compraron en 2011, cuya difusión
celebró el Gobierno. Mariani compró 12,6 millones de dólares ese año. El propio
Mindlin también ocupaba un renglón de la lista. Con la turbulenta salida de la
familia Eskenazi de YPF como condimento de la escena él, que había abrazado al
«modelo» y se había puesto a su disposición, había tomado plena conciencia de
que podía ser su próxima víctima. Pero su habilidad y la suerte le permitieron
capear la situación.
Con la llegada de Macri al gobierno
se reposicionó rápidamente. Acabó comprando una de las principales
constructoras del país, Iecsa, al primo de Mauricio Macri, Angelo Calcaterra, quien
quería sacársela de encima para evitar conflictos de intereses en las obras
públicas. El año anterior Mindlin se había quedado con la filial argentina de
Petrobras, que buscaba fondos para sanear sus escándalos en
Brasil. Así fue como en 16 meses de gobierno de Mauricio Macri el grupo Pampa
Energía, que en 2015 ocupaba el puesto 103 en el ranking de las empresas que
más facturan en la Argentina, que elabora la revista Mercado, subiría por lo
menos al puesto 13. Incluso podría llegar al top ten porque las ventas de Pampa
se beneficiaron con los tarifazos dispuestos por Macri en 2016 y 2017. El grupo
produce el 10% de la electricidad y el 8% del gas del país y además es dueño de
Edenor, de la mayor transportadora eléctrica del país, Transener, y de una de
las dos de gas, TGS.
Iecsa. La apuesta de Mindlin es
siempre comprar “barato”, es decir, menos de lo esperado en condiciones
normales. Aprovecha la desesperación de los que necesitan vender. Así sucedió
con Petrobras Argentina, por la que pagó 892 millones de dólares y a la que
fusionó con Pampa, y así también ocurrió con Iecsa, cuyo precio se mantiene
oculto, pero rondaría los 60 millones de dólares. La constructora que era
de Calcaterra pasó a llamarse Sacde (Sociedad
Argentina de Construcción y Desarrollo Estratégico) y no está dentro de Pampa
sino en manos de los hermanos Marcelo y Damián Mindlin, Gustavo Mariani y
Ricardo Torres. Así como la adquisición de Petrobras se financió con la
reciente emisión de deuda del grupo por 750 millones en Wall Street, la de
Iecsa implicó que los cuatro accionistas vendieran algunas, sólo algunas,
acciones en Pampa. Aprovecharon que estos papeles habían multiplicado 6,6 veces
su valor en pesos desde 2015, mucho más que la inflación, que superó el 75%
desde entonces.
La
compra de Iecsa tiene pros y contras. El punto más débil tiene que ver con la
obra del soterramiento del ferrocarril Sarmiento que
tiene en sociedad con la empresa constructora Odebrecht, la
cual, según la investigación Operación Lava Jato, en Brasil, está sospechada de
haber pagado sobornos por 35 millones de dólares a funcionarios K. Mindlin les
dice a los suyos que esto no le preocupa.
Si se comprueba que hubo coimas, se
podría caer el contrato. En la Argentina hay un antecedente de un convenio que
se anuló luego de que se comprobara el pago de sobornos. Fue el caso
Siemens. La empresa alemana había ganado la licitación
para hacer los DNI pero el gobierno de Fernando de la Rúa rescindió el
contrato. En ese entonces la empresa alemana contrató al abogado Guido Tawil,
el mismo que hoy defiende a Odebrecht en la Argentina. La esperanza de la
constructora brasileña es continuar con el soterramiento, una obra que Cristina
Kirchner licitó pero no hizo y que Macri reflotó.
La compra de Iecsa tiene dos aspectos
positivos para Mindlin. El primero tiene que ver con la mirada desde el
exterior y los potenciales inversionistas. En los mercados elogian la “audacia”
de Mindlin. “Hace negocios con la familia del Presidente y eso es una buena
vidriera para el exterior”, explican. Los detractores del domador argentino de
Wall Street lo catalogan como un “vendedor de humo”. “Es muy hábil, sabe captar
fondos. Nunca hace negocios con su plata”, elogian. Tener una
foto con Macri y comprarle la empresa al primo es, en definitiva, buena
publicidad para él.
El segundo aspecto es que le ha hecho un
favor al Presidente por mantener la tercera constructora del país en manos
argentinas porque, en caso de avanzar el escándalo Odebrecht,
le será más fácil de administrarlo que con los chinos que pretendían Iecsa.
Mindlin descarta cualquier objeción
de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) a la operación de
Iecsa, dado que carecía de negocios en la construcción. Incluso algunos de sus
amigos confiesan: “Fue Macri el que le pidió que le comprara la empresa a su
primo”.
Mindlin, a su vez, aguarda un favor
de Macri en breve: espera que la CNDC no objete la compra de la
subsidiaria de Petrobras en la Argentina, dado que existen
competidores mucho mayores en producción de gas y electricidad. Es posible que
le pidan desinvertir algunos activos, pero eso tampoco lo preocupa. Incluso
Alejandro Macfarlane, ex ejecutivo suyo en Edenor y ahora accionista saliente
de la distribuidora eléctrica platense Edelap, es uno de los interesados, al
igual que José Luis Manzano, en comprarle la refinería y las estaciones de
servicio Petrobras, activos que Pampa consideró “no estratégicos”. Mientras
tanto, la marca Petrobras se sigue usando en las marquesinas hasta 2019…
(Continuará)
Este informe está basado en noticias
de Perfil cruzadas con otras fuentes.
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