La corrupción en organizaciones humanas es la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las mismas en provecho económico, o de otra índole, de sus gestores.
Específicamente
la corrupción en las organizaciones públicas se produce cuando éstas son empleadas
por actores privados y públicos para provecho propio o de un grupo de personas.
Este fenómeno adquiere particular relevancia cuando la corrupción pública
afecta la calidad del gobierno y de sus políticas. Existe cierto consenso que
hay una íntima vinculación entre ambos hechos y que sus efectos impactan
negativamente en fenómenos como la inversión y la pobreza.
El
origen de la corrupción se puede encontrar en la cultura de un pueblo y en la
debilidad de sus instituciones.
La
corrupción existe en casi todos los países del mundo aunque en distinto grado
pero el caso argentino es paradigmático dado que la misma inficiona ampliamente
los diferentes estamentos de la sociedad y su cometimiento raramente es
sancionado de manera que resulte ejemplar para evitar futuros actos de
corrupción. Al contrario, en cierto sentido es premiada porque los resultados
de los actos de corrupción en términos económicos y de poder están expuestos a
la luz pública para la admiración de algunos, la indiferencia de muchos y el dolor
de unos cuantos.
La
Argentina es el único país del mundo que después de haber alcanzado un cierto
grado de desarrollo económico y social en los años 60 vive una larga decadencia
que parece no tener fin. Problemas graves y gravísimos producto del progresivo
deterioro de la educación y del inaudito nivel de la pobreza son algunas de las
evidencias de nuestra declinación como nación.
Al
mismo tiempo la corrupción ha ido creciendo de manera escandalosa sobre todo a
partir de los años 90 y esfumando la confianza de sus ciudadanos que han puesto
sus capitales a buen resguardo en moneda extranjera dentro y fuera del país.
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