Nota de opinión: "El pago de las coimas por el Sarmiento, una historia de dos capítulos" Hugo A. Mon
Los documentos y testimonios del caso
Odebrecht revelan la trama oculta detrás de los sobornos
Las coimas a funcionarios argentinos
por el proyecto para soterrar el tren Sarmiento fueron en dos etapas, por lo
menos. La primera fue mientras las cuatro empresas del consorcio -Iecsa,
Odebrecht, Ghella y Comsa- gestionaban juntas el proyecto, aunque la constructora
brasileña se encargó de los sobornos; la segunda transcurrió bajo el mando y el
dinero negro de Odebrecht, según surge de documentos y testimonios que acumuló
LA NACION durante semanas.
Odebrecht contó para eso con dos aliados clave dentro del Ministerio de
Planificación que lideró Julio De Vido: el secretario de Transporte, Ricardo
Jaime, durante la primera etapa, y el secretario de Obras Públicas, José López,
desde mediados de 2012, cuando los brasileños lograron involucrar al Banco
Nacional de Desarrollo (Bndes) de su país para que financiara el proyecto.
Fue en ese momento cuando, mientras
pagaba coimas en la Argentina y Brasil, Odebrecht les impuso a sus socios dos
cambios: aumentó su participación en las ganancias y tomó el control absoluto
de la gestión ejecutiva de la obra.
Aquellas exigencias contrastan con su situación actual. Este martes, con
sus principales ejecutivos tras las rejas y luego de reconocer que pagó coimas
en Brasil, Argentina y otra decena de países, Odebrecht anunció en Buenos Aires
que le vendió su participación en el proyecto del Sarmiento a los italianos de
Ghella, lo que el Gobierno interpretó como una admisión tácita de los delitos
que cometió.
Pero cinco años atrás, el equilibrio
de fuerzas era muy distinto. Odebrecht les impuso esas exigencias a sus socios
con la ayuda de López. Fue él quien les comunicó a Iecsa -en manos de Ángelo
Calcaterra-, a Ghella y a los españoles de Comsa que "tendrían que
acomodarse" a las nuevas reglas.
"Fue entre septiembre y octubre de 2012", detalló un testigo
privilegiado del cambio de paradigma. "López les planteó [a los socios]
que Odebrecht tendría la voz cantante a partir de ese momento y que pasaría del
30 al 50 por ciento de participación en el proyecto", precisó a LA NACION.
La fecha es decisiva. También en
septiembre de 2012, según reconstruyó la Policía Federal brasileña, Odebrecht
acordó pagarle US$ 5 millones, en cuotas, a un ministro del gobierno brasileño
para que el Bndes aprobara financiar el proyecto. Tras la orden taxativa de
López, las nuevas reglas en el consorcio comenzaron a regir de inmediato.
Así,
si la participación original de Odebrecht era del 30%, el nuevo reparto reflejó
el peso de los brasileños, con el 50%, frente al 24,5% de Iecsa, otro 24,5%
para Ghella y apenas 1% para los españoles de Comsa. Además de quedarse con el
timón, los brasileños impusieron una cláusula de "no interferencia":
sus socios debieron delegar el control ejecutivo de la megaobra, que quedó en
manos del brasileño Rodney Cavalho. Y aceptar que pagarían una multa millonaria
si de algún modo interferirían en la dirección del proyecto.
Odebrecht les impuso esas nuevas
reglas, según los propios brasileños, por "necesidad", ya que el
Bndes había fijado condiciones para habilitar ese crédito por US$ 1508
millones. Las otras empresas del consorcio juran que nunca les blanqueó que
pagaba coimas a funcionarios brasileños y criollos. Ellos tampoco preguntaron.
Mientras el interlocutor fue Ricardo
Jaime, los investigadores brasileños detectaron e-mails que su testaferro
confeso, Manuel Vázquez, intercambió con ejecutivos de Odebrecht, entre febrero
y marzo de 2010, por US$ 80.000 pendientes de su coima, que podría vincularse,
según los sabuesos brasileños, con el Sarmiento. No sólo eso. Los
investigadores brasileños también detectaron documentos donde los que ejecutivos
de Odebrecht como Mauricio Courí Ribeiro y Fernando Migliaccio, detallaron
supuestos pagos de coimas por el proyecto del Sarmiento escondidos bajo el
eufemismo de las siglas "DGI", en junio de 2010.
Pero obtener el financiamiento para
el proyecto fue un dolor de cabeza. El consorcio sumó rechazos. Ofrecieron
primero al Depfa Bank de Alemania. Pero la respuesta del Gobierno fue negativa.
Luego plantearon un posible crédito del banco Credit Suisse, pero tampoco
tuvieron acogida. Por último propusieron solventar la obra con bonos del
Estado, también sin suerte. "Nos rechazaban todos los financiamientos que
proponíamos, hasta que apareció Odebrecht con el Bndes, y con López impuso las
nuevas condiciones", abundó. El arribo de López al proyecto tampoco resultó
lineal. Tras la caída de Jaime, la obra pasó por las manos de su sucesor en la
Secretaría de Transporte, Juan Pablo Schiavi. Luego quedó bajo la órbita del
ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, pero casi de inmediato,
la presidenta Cristina Kirchner decidió que retornara a Planificación. Y recaló
en López. Para entonces, según reconstruyó LA NACION, el funcionario llevaba
casi un año a cargo del proyecto en las sombras. A mediados de 2012 recibió en
su oficina a ejecutivos de Iecsa, Odebrecht, Ghella y Comsa, y les dio un
ultimatum: "Si ustedes no nos traen el financiamiento, esto se termina
acá". Casi en simultáneo, en Brasil, un director de Odebrecht, João Carlos
Mariz Nogueira, acordó una coima con Fernando Pimentel, por entonces ministro
de Desenvolvimiento, para que el Bndes financiara la obra.
Tomó tiempo y US$ 5 millones, pero el
Consejo de Ministros terminó por aprobar el crédito. El proyecto pareció
entonces encaminarse. En noviembre de 2013, Odebrecht presentó la carta 1189
del Bndes que comunicaba la aprobación del crédito. Pero el banco no lo
desembolsó por "diferencias contractuales" y López aplicó el freno
por mensaje de texto, "Pará el pago en el banco para Odebrecht. Hacé lo
que tengas que hacer. Después te explicó", le ordenó a su asistente,
Amílcar Fredes. Fue el 19 de diciembre de 2013, a las 11, según los mensajes
que recuperó la Justicia argentina. Esa misma tarde, Fredes le informó a su
jefe los resultados: "José, están bombardeando a llamados los brasileños,
pues ya vieron que el expediente volvió". Y pidió indicaciones. "Que
hablen con 'Corcho' Rodríguez", le respondió López, que de inmediato
cambió de opinión. "No, deciles que hablen con Flavio [Bento e Faría, por
entonces el máximo ejecutivo de Odebrecht en la Argentina] y Rodney [Carvalho].
Ellos lo saben bien. Que no se hagan los boludos".
En efecto, tanto Rodríguez como Bento
e Faría sabían cómo actuar. Tres años antes, el "Corcho" se había
reunido con el CEO de Odebrecht y le transmitió que si quería reencauzar el
contrato de redes troncales de gas, él era el intermediario designado para
canalizar las coimas que pedía el equipo de De Vido. Sin embargo, López terminó
por perder el control del soterramiento a fines de 2013. Lo bloqueó el ministro
de Economía, Axel Kicillof, alertado por el entonces presidente de la unidad
ejecutora de esa obra, Ernesto Selzer, cuyo equipo había detectado posibles
sobreprecios, que podría alcanzar los US$ 1000 millones. En marzo de este año
lo ratificó en Tribunales.
El panorama hoy es muy distinto para
Odebrecht. Además de bajarse del soterramiento, afronta varias causas penales,
mientras que la Procuración del Tesoro podría reclamarle entre $ 600 millones
-los US$ 35 millones de coimas que reconoció en EE.UU.- y $ 4500 millones.
La Nación
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