"Los ciudadanos desaparecen porque se incumple la ley y las instituciones son débiles, corruptas e ineficientes."
"En la
sociedad mediatizada, cuando un tema dramático, como la desaparición de un
ciudadano, alcanza las primeras planas, los consumidores de noticias, los
usuarios de redes y las elites políticas e intelectuales suelen creer que todo
el mundo comparte el hecho con la misma intensidad. Ellos están absortos por el
acontecimiento y contribuyen a producirlo y reproducirlo a escala
inconmensurable, en tiempo real. La noticia circula velozmente, se reconfigura
y desnaturaliza, crece incontrolable e impacta en el poder. Los políticos
encargan urgentes sondeos; evalúan, con ansiedad, cuánto puede favorecer o
perjudicar sus proyectos; el Gobierno parece ir detrás de los hechos, los
operadores de la Bolsa contienen la respiración y sopesan alternativas. Los
probables inversores extranjeros demandan explicaciones. Leen noticias
perturbadoras y observan en sus tablets disturbios callejeros, sobreactuados
por imágenes machacantes, repetidas. Se preguntan si ese país donde piensan
poner algo de dinero, apenas un punto perdido en el mapa mundial, no será
inseguro para sus ávidos y mutantes intereses capitalistas.
El conjunto de la sociedad comparte la preocupación, pero la
intensidad del interés es menor y se diversifica. A diferencia de lo que les
sucede a las elites y al público politizado, no hay evidencia de que se juegue
algo vital para el resto de los argentinos por el caso Maldonado. Lo que
muestran las encuestas es, en primer lugar, que dos tercios de la población
está preocupado, pero apenas uno cree que se trató de una desaparición forzada
por las fuerzas de seguridad; en segundo lugar, prevalece una fatal
desconfianza: muchos sostienen que algo se está ocultando, y la mayoría está
convencida de que Maldonado nunca va a aparecer o aparecerá muerto. En
realidad, las opiniones se explican antes por la adhesión o el rechazo al
Gobierno que por la naturaleza del hecho. Quienes lo apoyan lo absuelven de
responsabilidades; los que lo reprueban le cargan la muerte del artesano.
Tampoco se vincula el caso con la inseguridad, cuya valoración como problema
permanece igual que antes de la desaparición. Más allá de Maldonado, los
argentinos siguen poniendo la economía al tope de sus preocupaciones, pero con
un guiño de confianza hacia el Gobierno, adelantado en las PASO y probablemente
ratificado en octubre.
La opacidad de la sociedad frente a la desaparición de un
ciudadano, su tenue compromiso, su desconfianza alimentada por la experiencia
de tantas otras desapariciones jamás esclarecidas, su absolución apresurada de
los sospechosos generan lecturas distintas, donde se cruzan intereses,
fanatismos y valores. La interpretación según intereses es pragmática y
electoralista: si la gente no responsabiliza a la Gendarmería y le ratifica la
confianza al Gobierno, Cambiemos puede mantener el optimismo, mientras no haya
novedades funestas; si, en cambio, Maldonado apareciera muerto por obra de las
fuerzas de seguridad, entonces la oposición mejoraría sus chances en octubre. Y
Hebe de Bonafini y los suyos confirmarían los delirios que se derivan de su
fanatismo: Macri es la dictadura. Estamos en campaña, cada uno atiende su
juego: unos, esperando que no haya novedades hasta octubre, o que si las hay no
los incriminen; los otros, especulando con un final trágico que impulse sus
propósitos políticos o sus desvaríos ideológicos.
Una lectura desde los valores no puede aceptar la indiferencia
social, el cálculo electoralista o la intolerancia política. Como escribió
Zygmunt Bauman, la sociología descomprometida es una imposibilidad. Desapareció
un ciudadano y eso constituye una calamidad inaceptable para la democracia.
Aunque deba admitirse, porque es un dato de la realidad, que la sociedad es más
fluida (y más banal) que sus tragedias. Fluidez y banalidad, no es novedoso,
marchan juntas en la sociedad contemporánea. Precisamente, la metáfora de la
liquidez de Bauman y otras imágenes de la posmodernidad apuntan en esa
dirección: debilitamiento de vínculos y normas, retroceso del espacio público,
consumo desbocado, liviandad de compromisos y deberes, elites que administran
cosas, en lugar de orientar personas. En la Argentina el problema tal vez es
más hondo: nos llegó la fluidez de las costumbres sin habernos educado en la
solidez de las instituciones. Transgredimos la ley, sin noción de la ley.
Si sus intenciones son verdaderas, Cambiemos no puede ignorar esta
falencia histórica. Frente a ella no alcanzará con el progreso económico, las
soluciones instrumentales y la retórica del sueño y el equipo. Los ciudadanos
desaparecen porque se incumple la ley y las instituciones son débiles,
corruptas e ineficientes. Ahí se les va la vida.
No es una responsabilidad exclusiva de esta administración, pero
su proclamada intención reformadora la obliga a encarar el problema. La
construcción de la polis es la primera obra pública. Algo que los ingenieros no
deben olvidar cuando ejercen el gobierno."
La Nacion
Comentarios
Publicar un comentario
Nos interesa conocer su opinión sobre el blog. Gracias.